martes, 17 de julio de 2012

Reseña.-

"Valparaíso Mi Amor"

El puerto miserable y sin esperanzas. El puerto hermoso y romántico de las canciones. O simplemente el puerto, a secas. Valparaíso, pobre y bello a la vez, es el protagonista del primer largometraje del doctor Aldo Francia. Es la ciudad, cuyos cerros recorrió tantas veces el pediatra atendiendo a sus niños, que toma forma en los rostros de los actores de Valparaíso, mi amor .
Francia escribió junto a José Román esta sencilla pero tremenda historia que acabó por transformarse en uno de los títulos indispensables del cine chileno. Pese a la notoria influencia de estilos europeos, especialmente del neorrealismo italiano, la mirada de su autor se diferencia de sus posibles predecesores al intercambiar el dramatismo por una curiosa distancia, mezcla de amable sarcasmo y paternal reproche.
La película no se compadece de sus lamentables personajes. Tampoco los juzga. Simplemente los contempla y acompaña. Dedica gran parte del relato a demostrar lo duro y cruel que puede ser el puerto con sus habitantes, pero lo hace como si contara la verdad más sencilla y eterna y no como si buscara generar un cambio.
 Al fin y al cabo, ¿qué o quién tendría que cambiar? ¿Quién podría cambiar? Francia denuncia, es cierto, en la medida en que muestra. Pero su paternal amor por Valparaíso y sus habitantes se traduce no en apasionada defensa, sino en aparente indiferencia. Así es el puerto, para bien y para mal. Y no parece querer cambiar, así es que lo mejor es seguir adelante y tratar de sobrevivir lo más dignamente posible. Es una suerte de resignación fatalista que raya en el optimismo; una mirada que por feo que sea lo que ve, no puede dejar de contemplarlo con cariño.
 No se trata en absoluto de una estética de la pobreza; de esa visión vertical que pinta de irresistible belleza la penuria. Tampoco de una exposición sensacionalista de la carencia. Al contrario, la miseria está asumida con tal naturalidad que no transmite el menor afán de instrumentalización. Es por eso mismo que su discurso se hace tan potente. Porque la película no lo enuncia, sino que lo expone. Porque no se presenta como una reflexión de los guionistas, sino como una realidad inexpugnable, enraizada en la existencia diaria de la ciudad.
 Filmada en las calles del puerto, con apenas un puñado de actores profesionales y un gran elenco de pobladores, Valparaíso, mi amor narra las consecuencias que tiene sobre distintas vidas un acto de la justicia. Cuando el padre cesante y viudo interpretado por Hugo Cárcamo cae preso por robar vacas, su familia queda abandonada a su suerte.
 Sara Astica encarna a su actual conviviente, quien además de hacerse cargo de los hijos de él, se entera de que está embarazada. Con apenas su trabajo de lavandera debe alimentarlos a todos, tratando de evitar que caigan en la mendicidad, la delincuencia y la prostitución. Para ellos, en cambio, es difícil seguir siendo niños y además sobrevivir "honestamente". Su destino pareciera estar marcado, y no es que eso les moleste demasiado.
 Son parte de la ciudad. Ellos son Valparaíso. Ellos son a la vez la belleza y la miseria del puerto de sus amores. Y Valparaíso es ellos: es la muerte que llega porque no hay recursos para desviarla, es el robo asumido sin cuestionarse, es la venta del cuerpo a cambio de un poco más de algo que no se sabe bien qué es. Es el destino dibujado entre los cerros. Y cuando no se tiene nada más, el destino puede ser el mayor de los tesoros.

Por Pamela Biénzobas.

Radiografía del Cine Porteño.-

"El Cine Valparaíso"


"En el teatro Valparaíso la confitería era un carruaje dorado de bronce. Adentro había una señorita de uniforme azul claro que pesaba los caramelos con unas diminutas porongas y luego los echaba en preciosos envases".

Muchos ignoran que Valparaíso tuvo un pasado estrechamente ligado al cine y al teatro. A principios del siglo XX, cuando la Ciudad Puerto comenzaba a vivir sus años dorados, comenzaron a construirse la mayoría de los cines y teatros, que se erguían imponentes hasta en los rincones más inhóspitos del plan y los cerros. Pero con el paso del tiempo y los golpes de la modernización, la mayoría de estos edificios no fueron apreciados por su valor histórico, cultural y arquitectónico,  y simplemente fueron reemplazados, demolidos y destruidos para instalar en su lugar una multitienda comercial, un banco, o una tienda de telefonía móvil, entre otra cosas.     
Es por eso que en este artículo recordaremos al Cine Valparaíso, ese que fue reemplazado por Ripley, y que se llevó con él miles de recuerdos y vivencias de muchos porteños que tuvieron el privilegio de disfrutar. 

Se inauguró en 1937, frente a la Plaza Victoria, en estilo Art Deco. El interior era solemne y de gran belleza, tanto el foyer como la sala misma, con sus hermosos frescos que representaban una alegoría del mundo.
Fue la primera sala de Chile con platea alta cuya estructura no tenía pilares sino una loza extraordinaria de hormigón armado, toda una proeza técnica para la fecha.
Antes de comenzar la función sonaba una campana profunda, como del fondo del océano, y la melodía “Pompa y Circunstancia” amenizaba el intermedio de la función.

Más tarde se convierte en el Club Valparaíso, y sobrevive algunos años como cabaret y sala de fiestas, pero acaba siendo demolido y hoy en su lugar existe Ripley. 





ANTES                                                                                         HOY
En el libro de crónicas porteñas "Ayer Soñé con Valparaíso", el autor, Manuel Peña destaca: "Otro teatro imponente era el Valparaíso, con su gran marquesina de baldosas negras frente a la Plaza Victoria. En el lujoso interior, unas figuras pintadas representaban la historia del mundo, incluyendo desde una escena del tiempo de María Antonieta bajándose de un carruaje con peluca empolvada hasta unos corsarios batiéndose a duelo en una playa del Caribe, pasando por un gigantesco zepellin que cruzaba toda la platea".  


Por Nicole Valverde. 

lunes, 16 de julio de 2012

Lectura Porteña.- 

"Canciones punk para señoritas autodestructivas" 

Es un libro de cuentos que marca el debut literario de Daniel Hidalgo (Valparaíso, 1983). En él se intenta dar una visión de la realidad de su ciudad natal alejada del discurso concertacionista del puerto como ciudad cultural para dar cuenta de un revés perverso. Continúa leyendo el texto en el que Víctor Quezada trata de hablar de dicha intención.

La mañana

Entrar en lo cotidiano implica despertar. Entre el abandono a los gestos imprecisos, al “relato atónito del sueño” y la búsqueda de los “géneros que ordenan el mundo” (Steimberg). Despertar es contar; una cadena constante de narraciones que se interrumpe en la noche.

Los relatos


Hay libros que simplemente no despiertan al tránsito del mundo. Otros, en cambio, figuran su irrupción desde una total oposición; en los que se hace necesario reconsiderar la grilla de los relatos cotidianos. O a través de pequeñas trasgresiones (al circuito topográfico y temporal del día a día): con personajes devastados, en lugares no menos devastados. El personaje se desvía del camino en algún momento y accede al dorso de lo cotidiano.

Una manera de decir


De ahí la “pretensión” de la instancia autorial: constituir un sujeto conciente de la dimensión política de todo discurso; constituir una “manera de decir” que sea, a la vez, “una manera de ser” (Maingueneau), el tránsito hacia una verdad en la que converjan autor y lector, cierta difusa comunidad.

La ley del género


¿No se trata de denunciar la opresión que vivimos en el mundo, mostrar la cara fea, el revés de las imágenes hegemónicas? O superponer otras a las vigentes, para en ese contraste suscitar no sé qué especie de vergüenza.
Algo sí como: “No se puede no obedecer las leyes del género y tampoco no infringirlas” (Derrida – La ley del género).

Moralizar 


Narrar es moralizar la realidad, “identificarla con el sistema social que está en la base de cualquier moralidad imaginable” (White, 29). 

Los grandes relatos


¿Cómo entendemos dicha aserción?, sobre todo si pensamos en la idea recurrente de la caída de los grandes relatos en el orden social y político. Y en literatura, la pérdida de la inteligibilidad de la narración, la disolución de los grandes marcos que definían cierta legalizada manera de ser. Hay una literatura que ya no es posible, una historia falsa.

La pre-historia

Hay una construcción que trata de diferenciar lo bueno de lo malo, en alguna perspectiva, pequeña (contingente) o más general (según los ideales de la sobrevivencia o la justicia). 
No hay propuesta narrativa sin una dirección, sin una construcción de sentido que intenta hablar sobre la realidad o –en una instancia riesgosa- confundirse con los hechos.

Silencio, hospital


La resolución de la historia: Rubén lleva a su madre al consultorio. No la atienden y muere. Antes, sorprende al doctor y una enfermera que le practicaba una felación. Los obliga a atender a la madre. Nada, ella muere. Rubén apunta con una pistola al doctor de turno: “se escucha un fuerte disparo en todo el recinto” (Hidalgo, 86), se suicida. Antes, el discurso y el patetismo: “¿Este es un trabajo decente para ustedes? ¡No somos animales! ¡Somos personas! […] No tengo dinero. Lo sé. Trabajo para mantener a mi hija, aunque su padrastro le aporta más que yo. Mi vieja recibe una jubilación de mierda, pero es digna y honesta. ¡Ella no merece morir esperando su turno mientras usted se culea a esa puta, doctor! (85)”.

Una historia falsa


Hay una literatura que ya no es posible, una historia falsa, una literatura conservadora. Y en este sentido, maneras de decir que se emparentan con ciertas ideas e imágenes mediáticas de lo que se llama dignidad y honradez. Discursos prefabricados cuya relevancia en la sociedad se reduce a su repetición, gracias a la que ganan performatividad (valor realizativo).
Al día siguiente, en la mañana, los periódicos: “no faltarían quienes hicieran sus análisis sociales sobre el lumpen y el rol del gobierno. ‘MATANZA EN EL SAPU’, titularía El Mercurio de Valparaíso. ‘LOCO ARREMETE EN CONSULTORIO’, saldría en la portada de La Estrella. Las versiones cambiarían. En unas, Rubén Soto era un delincuente drogadicto. En otras, un demente” (86).



Por Victor Quezada. 

TOP 5: "Los Mejores Bares Porteños"

Valpo está lleno de baruchos, discoteques, y toda la gama de centros de diversión nocturna. Y todo se debe a la herencia que nos dejaron los antiguos habitantes de la ciudad Q.E.P.D, que además nos traspasaron su gusto por la vida bohemia, de ahí viene la creencia popular de que los porteños somos buenos para el carrete, la fiesta y la jarana. 
Atendiendo el mito popular que recae en los habitantes de Valparaíso, te entregamos una selección "muy subjetiva" de los mejores bares porteños, algunos más antiguos y tradicionales que otros, pero que cumplen el mismo rol, compartir un buen trago con los buenos amigos.
Aquí va la selección:

1) Bar La Playa.

Era de aduaneros y navegantes. Se inauguró en 1908 aledaño al Muelle Prat y desde 1934 se ubica en calle Serrano 567. La cercanía al puerto condicionó su púbico. 
Por las noches, especialmente los fines de semana, La Playa se transforma en un lugar de carrete universitario. Son muchos los estudiantes de intercambio que llegan recomendados por otros extranjeros. Lo que les llama la atención es su aspecto anticuado y kitch: grandes espejos –dos de ellos solían ser del prostíbulo Los Siete Espejos, famoso en el Barrio Puerto de antaño-, altas puertas de madera con vidrio y bronce, una larga barra estilo inglés y, sobre todo, cuadros, muñecas, banderas, figuras, fotografías, botellas viejas y demás cachureos que se han ido acumulando. 

2) Proa al Cañaveral.

Hace algún tiempo fue un gran restaurante muy conocido en Valparaíso, que los años fueron dejando atrás. Sin embargo, de pronto resurgió como un imperdible de la bohemia porteña y sus noches se hicieron famosas en la ciudad. Aquí se invita a descubrir el Museo Náutico que está en sus paredes mezclada con la decoración que yace anclada en viejos artefactos marinos detallada en una gran exposición de artículos como cabos, aparejos, faros, balizas, luces de navegación y esa atmósfera intimidante de lugar real.
El Proa emerge como un gigante bohemio cada noche, sus tres niveles nos llevan a recorrer el corazón de Valparaíso de Noche.


3) El Liberty.

Cuando la tarde abre paso a la noche se encienden las botellas del bar Liberty, el bar más antiguo del Puerto que data de 1897.
Sus luces están prendidas en una de las esquinas de la plaza Echaurren, epicentro del barrio puerto. Dos letreros – uno verde moderno y otro amarillo antiguo – anuncian el nombre del popular bar Liberty, uno de los últimos vestigios de la antigua bohemia porteña clausurada en 1973, pero responsable en gran medida de la enorme fama extranjera de Valparaíso.
Hablamos de una época donde el Puerto estaba lleno de luces y faroles, con mucha gente en las calles, marineros, viajeros, artistas. La ciudad se sacudía con las marchas obreras y en los cerros se acumulaba la pobreza más extrema, conformando una postal que hoy no se recuerda. Valparaíso, cuna del anarquismo: zapateros y artesanos predicando con el ejemplo el desapego a lo apatronado, con autosuficiencia y con crítica, mientras en la cuadra del Liberty, la bohemia se consumía en cigarrillos, pleitos, problemas, encuentros fugaces y poesía.

4) El Cinzano. 

El bar tradicional más conocido de Valparaíso es el Cinzano, por su ubicación céntrica en plena Plaza Aníbal Pinto y su antigüedad. Creado en 1896, su actual administrador Jorge Campusano lleva 41 años trabajando ahí, aunque comenzó a frecuentarlo mucho antes. Cuenta que el bar pertenecía a un circuito de locales afines: el Neptuno, Alemán, Chile y Pajarito. Cada cual tenía su público cautivo, pero todos cerraban más temprano que el Cinzano, por lo que ahí llegaban los que no estaban listos para terminar la noche. 




5) Bar Renato. 

Un clásico de Valparaíso, que cuenta con dos pisos: el primero es utilizado como bar y comerdor; el segundo, como sector de privados. Su genuino ambiente porteño está dado por los comensales, siempre concentrados en sus partidas de cacho o dominó. También por su famoso licor de apio, más conocido como apiao, que se oferta junto al vino, cerveza, borgoña y destilados.
Para comer Renato ofrece preparaciones típicas de la cocina chilena.    






Por Nicole Valverde. 

Fotoreportaje.-

Tacones Bandidos que remecen a Valparaíso

Sensualidad, rudeza y patines trae la Liga Roller Derby del Gran Valparaíso, que hizo su debut en las callejuelas de este sucio y pestilente puerto. 

"Tacones Bandidos" es el nombre de la primera liga Roller Derby de la Región de Valparaíso y hace alusión a mujeres de la historia que han dejado su huella en todo el mundo criminal.
Desde la famosa Bonnie Parker, de "Bonnie & Clyde"; pasando por Perséfone, la reina del inframundo en la mitología griega; hasta Irma Grese, "The Beautifull Beast",asesina al servicio del régimen nazi.      
Desconocidas para muchos, las Roller Derby criollas continúan  la senda de sus pares norteamericanas, que a mediados de los años 30 agregaron a las carreras formas de contacto físico y trabajo en equipo.  
 No es sólo imagen, hay un trabajo constante que se ve reflejado en las magulladuras, moretones y heridas de guerra. Pero una cosa es clara "Las chicas no lloran".  
"Tacones Bandidos" consta de 23 chicas, repartidas entre Valparaíso, Viña del Mar, Quilpué, Villa Alemana; con características muy disimiles, pero con algo en común; patinar hasta sacar chispas.     
La idea es que de la liga surjan campeonatos a nivel regional. El siguiente paso sería un nacional, en donde Rollers de todo Chile puedan competir, destruirse en la cancha y terminar compartiendo un par de copas en un bar cercano.  
 Sólo la motivación es necesaria para ser parte de este selecto grupo de damiselas difícilmente en apuros. 
En Tacones Bandidos no creen en mierdas: el sexo débil no existe. Si estás interesada, puedes enterarte de las novedades del grupo en su grupo de Facebook: Tacones Bandidos, o contactarte con ellas en el mail: Tacones.bandidos@gmail.com  







Fotos de Angelo Araya.
Entrevista de David Ortiz y Daniel Campos. 

Había una vez en Valparaíso...

"El Mercado Puerto"


Cada rincón de la Ciudad Puerto tiene una historia que contar, el patrimonio de Valparaíso es tan complejo que abarca a sus habitantes y sus construcciones, entre otras cosas típicas distintivas de esta ciudad. El historiador Archibaldo Peralta, quien actualmente se desempeña como encargado del Museo Municipal de Valparaíso, nos habla del Mercado Puerto, en su calidad de edificio emblemático y que hoy se encuentra completamente abandonado a su suerte, esperando que alguien se haga cargo de él. Un panorama muy distinto a lo fue en la época de oro del Puerto de Valparaíso, es por eso que junto al historiador y gran conocedor de ésta ciudad Patrimonio de la Humanidad, desempolvamos al alicaído edificio para conocer un poco más de sus secretos.

La Recova 

Don Archivaldo cuenta que antes del Mercado había una recova en la zona del Barrio Puerto, "hay que tomar en cuenta que el borde mar llegaba hasta la calle Serrano, donde actualmente hay una ralla roja que indica hasta donde llegaba el antiguo borde mar".
En 1791 Don Ambrosio O’ Higgins funda el cabildo, lo que sería la municipalidad cuya casa se ubicaba en el sector donde están los taxis en la Plaza Municipal, donde también estaba la recova, que es una especie de mercado donde se venden los productos típicos de una ciudad, en este caso, pescados, mariscos, frutas, verduras, entre otros abarrotes. 
"El Mercado Puerto está ubicado en los terrenos que se ha ganado al mar, junto con eso se construye la Plaza Echaurren, se instala este Mercado que va a quedar destruido en el terremoto de 1906. Y ahí con la mentalidad de la nueva tecnología en construcción, el arquitecto Bezanilla va a construir el actual edificio de hormigón, que es un material muy resistente. La gente piensa que lo pueden demoler, pero no es así, ni aunque lo dinamiten lo van a poder echar abajo. Lo que tiene es mal aspecto, que es distinto, porque los pavimentos se han deteriorado, tiene todos los vidrios quebrados pero eso se puede reponer, es recuperable. Y como es de hormigón los terremotos pasan de largo por él, no le producen mayor daño. Al interior tiene una escalera helicoidal que es preciosa, ahora está mal distribuido y hay proyectos municipales que duermen no se hace cuantos años...", reconoce Peralta. 

Nace el Mercado

La función del Mercado era abastecer a todas las pequeñas verdulerías, o almacenes de cerro que venían a surtirse de mercadería en él, donde se podía encontrar verdura, carne, pescado y mariscos.
"Luego del terremoto de 1906, el presidente Pedro Montt dio un gran impulso económico a la ciudad, durante este tiempo se construyeron muchos edificios emblemáticos que se mantienen vigentes hasta el día de hoy, ya que en su mayoría están construidos de hormigón".
Los terremotos fueron un factor que permitió la renovación de ciertos edificios como el Mercado, y con respecto al último, fue el pretexto para cerrarlo indefinidamente, con el fin de realizarle algunos arreglos a su aspecto que está bastante deteriorado, pero que no se han podido llevar a cabo por falta de recursos económicos.


"El mercado tiene vida propia más allá de lo que pasa en el resto de la ciudad, es por eso que a su actual estado de abandono y decadencia no se le pueden atribuir otros factores sociales, aunque si ha habido momentos de mayor auge, especialmente cuando la vida bohemia se centraba en el sector del Barrio Puerto, que en su momento fue el principal barrio comercial de Valparaíso".

El Valparaíso original

Valparaíso original es sólo desde la plaza Wheelwright, impropiamente llamada Plaza Aduana, hasta la Quebrada del Almendro, actual calle Urriola. "Aquí va a haber un cerro que se interna en el mar, donde habían muchos naufragios, barcos y veleros que chocaban en los temporales. Por eso le pusieron de sobre nombre: cerro Cabo de Hornos, porque pasaba lo mismo que en parte Austral, entonces después se corta el cerro para hacer la actual calle Esmeralda, por eso que en los azulejos aparece 'Antigua calle Del Cabo', ahí se nota como se va transformando la ciudad".

La decadencia del Barrio Puerto

Hay distintas razones por las que el Barrio Puerto comenzó a decaer como el sector más potente económica y socialmente de la ciudad. "Este era el fuerte donde vivía la creme de la creme, por eso el Palacio Subercaseaux, que después de la explosión de calle Serrano sólo conserva su fachada, pero que además está acompañado de construcciones respetables de la época como el Palacio Guillermo Rivera". 


"Entonces hay distintos procesos, después y durante el gobierno militar la vida nocturna se acaba, y empieza a decaer la actividad misma de la vida nocturna, donde había míticos bares y prostíbulos, como el famoso 'Los Siete Espejos'". 
También está la decadencia de la vida social misma, ya que la gente que vivía en ese sector, familias acomodadas, emigran hacia otro lado de la ciudad, incluso antes de que llegaran los bares y prostíbulos

  La vida en torno al Mercado Puerto

"Había de todos los rubros, pero en su mayoría eran comerciantes esforzados que trabajaban la verdura, otros las carnes. Era muy usual que dueños de carnicerías pequeñas de barrio o de cerro, iban a comprar carne al mercado, y las pescaderías y marisquerías que se complementaban con las cocinerías del segundo piso, la parte restoranes y gastronómica siempre ha sido típica de los mercados".
- ¿Qué el mercado estuviera en decadencia afecta directamente a su entorno?
"Claro y hay un montón de factores como los cambios sociales no sólo de la ciudad sino que del país. El mismo hecho de que la vieja bohemia ya no existe porque las costumbres cambian, hoy día la cabrería que se va de carrete se trasladó a otros lugares". 


Por Nicole Valverde.
Fotos extraídas de archivos de internet. 

Identidad Porteña.-

"Los troles"



Hace 59 años que los troles circulan por la Ciudad Puerto

En el año 1953 se inaugura en Valparaíso el sistema de trolebuses. Heredero de los antiguos "carros de sangre", un sistema de transporte urbano vertical, consistía en carros tirados por caballos que subían los cerros eran lentos y poco seguros, además tenían la limitante de que no podían funcionar durante las lluvias ni inundaciones en el plan de la ciudad. 


Los primero años del 1900, vinieron los tranvías eléctricos. Eran de madera, tenían dos pisos y recorrían la ciudad uniendo puntos claves de la ciudad, como la Aduana y el Parque Italia (antes llamado Parque Municipal).


Los trolebuses son traídos desde Estados Unidos por la Empresa de Transportes Colectivos del Estado (ETCE) y significaron un importante salto a la modernidad. Su historia aparece en el sitio web de Trolebuses de Chile. Allí se cuenta que tras 5 años esperando su llegada, 25 troles dan inicio a su recorrido por las calles de Valparaíso un 1 de enero de 1953. 
Pedro Salas Valenzuela dio la partida del trolebus N° 711 convirtiéndose en el primer chofer de trolebuses de Valparaíso. El recorrido inicial fue el tramo Barón-Plaza Victoria.  

       
Rápidamente el servicio se extiende hacia la Aduana y Colón, y con el tiempo se amplía su circulación por casi todo el centro de la ciudad. 
En 1956 la empresa adquirió buses japoneses Mitsubishi, los que comenzaron a hacer viajes entre Valparaíso y Viña del Mar, ya que en ese tiempo la locomoción pública entre ambas ciudades era insuficiente. 
En la década de los 60 y 70's se produce la decadencia de los sistemas de troles no sólo en Valparaíso, sino que en el país entero. En los años 80's fue vendida a privados, quienes mantienen la concesión de los troles hasta el día de hoy. 
Pero la lucha por la sobrevivencia de los troles ha sido constante, incluso en enero de este año 17 troles debieron ser rematados, lo que alertó a la mayoría de los habitantes de la Ciudad Puerto ante el peligro de que el transporte emblemático de Valparaíso fuera adquirido por cualquier persona, que le haya dado un uso muy distinto al transporte de pasajeros. 

Monumentos Históricos

El año 2003, durante el gobierno de Ricardo Lagos, 16 troles pertenecientes en ese entonces a la Empresa de Transportes Colectivos Electrónicos S.A. fueron declarados Monumentos Históricos, a través de un decreto del Ministerio de Educación, que reconoce a los troles como los más antiguos del mundo en condición operativa y estado original, ya que sólo tienen intervenciones menores que no afectan su autenticidad e integridad. 
Esto plantea la necesidad de reconocer el valor de un sistema de transporte tradicional de Valparaíso, equivalente equivalente en el plan a lo que son los ascensores en los cerros, constituyendo un referente de identidad para la ciudad y sus habitantes.          

Por Nicole Valverde.
Fotos de archivos de internet.